Alonso y la exigencia de los del montón;

Después de rendirle pleitesía... matamos al rey;

Ayer, a eso de las dos de la tarde, media España estaba enganchada al televisor; bandera en mano y con el orgullo patrio que da sentirse partícipe de los éxitos de un "compatriota".

Nos estamos "mal acostumbrando"...

Si en todas las instancias de la vida fuéramos lo que somos en el mundo del deporte, España sería una potencia, un ejemplo a seguir y un espejo con el reflejo de la luz de aquel reinado de "el prudente" Felipe II; Y es que como el heredero de Carlos I dijo: "el sol nunca se pone en el imperio"; porque cuando se hace de noche en la península, Gasol luce anillo en Los Ángeles, Nadal vapulea a sus rivales en Shangai o en Australia y Alonso, Lorenzo o Pedrosa se suben al podio.

Somos campeones del mundo de Fútbol, Fútbol sala, Hockey sobre patines, triatlón, Windsurf, moto GP. Números uno en tenis y en ciclismo, medalla de oro olímpica en remo, vela, ciclismo en pista... ganadores del Tour, Giro, vuelta a España, el Dakar, tenemos un hombre y una mujer que han ascendido los "14 ochomiles" , fuimos
los mejores en baloncesto, balonmano, waterpolo, ciclismo, carreras de fondo en atletismo...europeos, torneos, masters... eventos juveniles, masculinos y femeninos; Y lo que nos queda...

Somos tan buenos que nos hemos vuelto ultraexigentes; que la plata o ser finalistas ya no nos parecen premio suficiente; que el cuarto es un matado y al décimo (del mundo, nada menos) ni siquiera lo citamos. Y es injusto, porque no creo que tengamos al segundo mejor economista del mundo, ni al mejor presidente del Gobierno de la tierra; no tenemos demasiados premios Novel, Pulitzer, ni la mejor película en los Oscars, ni canciones que lleguen al NÚMERO 1 en las listas de venta de Estados Unidos ó Inglaterra.

Hemos olvidado con demasiada facilidad los tiempos en los que íbamos a las olimpiadas sin opción alguna de rozar las medallas; o cuando entre Schumacher, Hakinnen, Senna, Villeneauve o Prost no había ni siquiera un De la Rosa o un Alguersuari representándonos; Hemos olvidado las decepciones de cuartos con la Roja (o furia como la llamábamos entonces), los tiempos en los que aspirábamos a ganar, como mucho, una etapa en el Tour y vanagloriábamos a Anquettil, Fignon o Lemond; Cuando eran Doohan, Rainey y Schwantz los que daban espectáculo en los circuitos; o cuando Fernando Martín cruzó el charco para aprender y ser suplente de esos negritos que tan bien jugaban al baloncesto.

Y lo malo es que somos así, porque ignoramos lo que cuesta; porque para llegar donde están y ser lo que son... han perdido una infancia viajando y entrenando; han tenido que ver como gente mejor que ellos se quedaba por el camino y jugar con el riesgo de que una lesión, un mal consejo, una mala compañía, un accidente o la simple mala suerte les dejara en ese montón al que la mayoría pertenecemos.

Yo admiro a los que llegan a la cima, lleguen o no los primeros; Yo adoro a los que se esfuerzan, a los que circunstancialmente ganan algo, a los que luchan por acercarse a ganarlo. Yo no olvido a Ángel Nieto, ni a Paquito Fernández Ochoa, ni a Indurain, ni a Perico, ni a Martín López Zubero, ni a Doreste, ni a Rollán y a Estiarte, ni a Corretja, ni a Arancha, ni a Ballesteros, ni a Olazabal, ni a Mariano Haro, ni a Abel Antón y Fermín Cacho, ni a los que año tras año me decepcionaban en mundiales y europeos de fútbol, balonmano o baloncesto; Y a tod@s los que se me olvidan porque como no ganaban nadie los citaba.

Ellos fueron precursores de lo que ahora tenemos. Y me gustaría pensar que ésto es el primer paso y que en Madrid, Badajoz o Cuenca hay un tenista novel que será más grande que Nadal, que en Bilbao, Tarragona o Canarias hay minigasoles y admiradores infantiles que se quieren parecer a Iniesta, Calderón, Alonso o Lorenzo. Y no a Maradona, Michael Jordan, Boris Becker... o esos ídolos de apellidos tan raros que la mayoría teníamos cuando éramos pequeños.

A las cuatro de la tarde nadie quería ver a Vettel degustando las mieles del triunfo... por no hacerlo se perdieron las lágrimas de Alonso y la frustración de, sabiendo que es el mejor, resignarse a los dictámenes del espíritu deportivo y felicitar al que por la razón que sea le ha ganado. La derrota tiene dos cosas buenas: una conocerla, sentirla y saber lo que duele; y la otra es la reacción que ese dolor te provoca y lo poco que vale lamentarse.

Alonso, como Contador, Marta Domínguez, Pedrosa, los jugadores de baloncesto... volverá a lo más alto y disfrutará del triunfo, más aún de lo que podía haber disfrutado éste. La "derrota" le hará trabajar por tener un mejor coche, cometerá menos errores y valorará, como ha hecho siempre, lo importante que es tener trabajando para él, al mejor equipo de la historia de la Fórmula Uno. Y muchos de ese montón al que yo también pertenezco, los que apagaron la tele o no tardaron ni dos minutos en guardar en el armario la banderita... celebraremos juntos la victoria.

Y sino, siempre será el número uno para los que aún perdiendo, nos sentimos orgullosos de que gente como él represente a la gente del montón, a los que aspiramos a ser lo que él ha sido y es y a los que sólo hemos podido imaginar o soñar con llegar hasta donde él y los demás campeones de este país, han llegado.

Hoy para sobrellevar la derrota, os recomiendo "la marea" de Vetusta; porque tras la bajamar hay 6horas para disfrutar de lo que el oleaje ha dejado en la playa.

Salu2

Y nos vemos mañana.

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