Lo que más me gusta del amor, es la capacidad de exagerar cualquier minucia que ese estado tan gaseoso... nos provoca.
Últimamente, he escuchado demasiadas teorías sobre inteligencia emocional, pero documentarse o teorizar, no es suficiente. En la práctica nada es tan simple, ni tan fácil. En "la inocencia radical", por ejemplo, Elsa Punset dice que: la vida occidental actual está basada en dos espejismos: la juventud física y las expectativas; Por consiguiente, habría que pensar que somos frágiles por naturaleza, o a lo mejor es que esa naturaleza (de lo que nos rodea y nos influye) es la que nos lleva a ser tan débiles. Supongo que la búsqueda de la felicidad es un fin que nos perturba en exceso, tanto o más que los parámetros en los que nos movemos, en los supuestos que debemos cumplir o la teoría de lo que es y no práctico.
En definitiva, lo pretendamos o no, estamos abocados a la dependencia. O eso creo yo. Pero con ella perdemos parte de nuestra suficiencia y acabamos restringiendo nuestro futuro al limitarnos a no hacer lo que no nos gustaría que nos hicieran a nosotros. Es decir, vivimos atemorizados porque tememos perder esa supuesta felicidad que creemos haber encontrado.
Demasiado simple para los exigentes y cómodo para los que apenas han experimentado.
La ignorancia nunca es la respuesta. Soportar, tragar, renuciar... no son opciones. Y, si muchos lo entendieran, esa soledad que martiriza a tanta gente, no daría tanto miedo.
Yo no creo a un soltero que repele el amor; ni a un casado que me recomienda que nunca me case. Generalizar no es la mejor manera de aconsejar. Dentro de cada caso práctico hay pequeñas razones que ayudan a explicar el resultado final de los porqués acumulados. Pero nadie se para a buscarlos, porque es más fácil encontrar a un marido entre un millar de "postadolescentes" borrachos que pensar: ¿por qué debería necesitar yo un marido?.
Es más sencillo creer que la misoginia me distingue, que comprobar que, realmente, la panadera, la dentista o esa distinguida soltera con la que coincides todos los días en el Café podría complementarte, aunque sólo sea en determinados aspectos insípidos de tu insignificancia. Porque esa es otra: La amo porque me complementa (
Com de compañía,
ple de pleviscito diario y
menta que es a lo que huelen los cuerpos tras el coito) o complemento (tal como un bolso, unos zapatos o un pintalabios).
BALDÍO...
Conozco a muy poca gente feliz. Hay muchos que simulan muy bien, otros que realmente creen haber encontrado la respuesta... (
efímera) y otros que aún teniéndola son tan amantes del riesgo que podrían jugársela en la ruleta rusa o en una partida de Póker.
Pero no todo va a ser criticar. Al fin y al cabo, si yo no soy un infeliz es porque hay gente que trata de entenderme, de ayudarme, o de preocuparse para que, al menos, sea capaz de llegar a este tipo de conclusiones. (Es decir, no pregunta ni especula;)
Yo valoro la felicidad que consigo sin necesidad de quitarme la ropa, la que encuentro sin perder el tiempo inmerso en dudas y obstáculos puestos por los reyes de la estrategia. La que no me cuesta duras pruebas, la que dentro de la simpleza me hace buscar la complicación de extenderla en el tiempo sin artificios, sin gastos abismales, sin paisajes impresionantes, sin cerebros de estalactita descongelada, sin pasados, ni futuros, ni adjetivos, ni sombras, mentiras...felicidad, que dure lo que dure sea factible disfrutar sabiendo que aspira a formar parte de mis momentos memorables. Nada más.
El resto de teorías, para los eruditos y las marismas;
Para los demás Nick Cave o los Meat Puppets (aquellos "greñudos" que acompañaron a Nirvana en el Umplugged);
Salu2
y nos vemos mañana.