Hadas...

No creo demasiado en los cuentos de hadas; pero este fin de semana he tenido mi versión particular de las fábulas imposibles que, por un momento, se hacen realidad.

Las princesas no son para mí... pero a mi sobrina le queda niquelado el disfraz de ángel y si no hay más palacio que una iglesia, pues convertimos al prior en dragón y cambiamos de manos las hostias y el vino... que para pesados, ya tengo unos cuantos que soportan peor que yo la ingesta excesiva de licor.

En vez de perdices comimos Foie, algo de marisco (aunque no estamos en temporada), rape y demás exquisiteces. De postre: tertulia y la actuación estelar de los bufones de la corte; la poesía se la dejamos, esta vez, a las bocas de los borrachos.

La bella durmiente se fue temprano a casa, los demás jugamos con el azar un par de partidas a la vida (bonito juego) y aunque perdimos dinero, ganamos amigos, que visto como está el mundo: no es poco premio.

Lo mejor de mi cuento es que no tiene final, porque las moralejas son para los abstemios remolones y la muerte es, por desgracia, el único punto que no tiene seguido;

The end.

0 comentarios:

Publicar un comentario