Fumar.

Mujeres que dejan de fumar el día que Marilyn hubiera cumplido 85 tacos. Sin glamour (o sin estress) no hay humo que valga y tengo demasiadas cosas en la cabeza como para renunciar al piti postcoital, o a la calada amenizante del café de sobremesa; cuestión de compensaciones supongo, porque a la deferencia con el no fumador estás obligada por ley.

¿Cómo voy a renunciar a evadirme de los problemas? y a la risa, y al suscitante de inspiraciones varias. ¿Cómo voy a socializar? ¿qué será de mi olfato sin la intromisión habitual del alquitrán? ¿cómo afectará al olor que desprendo? ¿se acostumbrará mi marido a que mis besos ya no sepan a nicotina?... no, no puedo, sé que debería seguir la recomendación de la foto de mi paquete de tabaco, pero...

me gusta demasiado;

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