Paradise I.

Define el paraíso...

Un bar oscuro lleno de gente con un escenario que reúne a los Tänträ originales, una princesa con voz angelical y un primerizo pianista de trentaipocos. Haber tenido que comerse unas pizzas a toda hostia, haber tenido que cargar, tener el tiempo limitado y que vayan a cerrar, posiblemente, el mejor bar de Zumaia es lo de menos. Para ser feliz es básico querer serlo  y encontrar un lugar y un momento adecuado; el de ayer lo fue y se notó en que la gente agradeció la novedad y los regalos con una sonrisa de lado a lado de la cara. Y claro, uno se contagia.

Si te acuerdas de los que faltan puedes apenarte, si piensas en el placer real que provoca, o los fallos que cometes, puedes morderte la lengua o la parte del cerebro que mueve tus pies. Pero si te limitas a disfrutar, descubres que, de noche, la vida se ralentiza y mejora ostensiblemente. La vaselina y el alcohol ayudan a que los péndulos vayan a la velocidad adecuada. Algún día me va a dar una arritmia y me va a doler el brazo izquierdo, o éso, o me llevo una buena hostia por reírme en estos tiempos de depresión. Pero bueno, merece la pena arriesgarse.

Como cantaba Silvio: pido perdón a los muertos de mi felicidad, pero idealizar no es un pecado y no es malo que las endorfinas envuelvan (o se carguen) a los virus de la normalidad.

El paraíso es la tierra que piso en este momento. Y las manzanas, podridas o no, os las regalo porque yo sacio mi hambre con las sonrisas ajenas, el cachondeo de firmar unos autógrafos o el "gracias" unánime tras estrecharme la mano. Agradecido estoy yo de todo lo que he vivido en este vaivén veraniego que me ha dejado sobre la línea fija de la estabilidad, esa que define la palabra ensoñación en el diccionario.

Ahora reaspiro este oxígeno con restos de happy hour nocturno y cambio la siesta por la escritura al son de Stone Roses;

Salu2

y nos vemos mañana.

PD. Gracias por enseñarme, aprender es un auténtico placer (siempre).

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