Fin de ciclo.

Los años me han enseñado que las cosas tienen, exactamente, el valor que tú les quieras dar...

Quien me conoce sabe que nada me importa lo suficiente y que si algo no me parece divertido pierde toda la trascendencia que pueda tener. Sé muy bien que cumplir años es una manera, como otra cualquiera, de acumular errores y con ellos pasa exactamente lo mismo que con todo lo demás: si quieres martirizarte puedes flagelarte cuanto quieras, pero sólo tu conciencia sabe hasta que punto es relevante pedir o no perdón.

Seguramente podría pasarme toda la vida disculpándome por cosas que he hecho, o aceptando los ruegos de quien ha podido dañarme a mí. Lo malo es que el paso del tiempo ha acabado con los tonos grisaceos y lo que antes era una paleta de colores por matizar, se ha convertido en dos extremos: uno blanco y otro negro y los tonos intermedios ya no valen para colorear la parte de la vida que ha pasado y la que se aproxima inevitablemente.

¿ Me equivoco ? sí; ¿rectifico? también... tengo la suerte de que la transigencia me ha vuelto autocrítico y sé bien los errores que cometo, porqué los cometo, o, valga la redundancia, lo que me ha llevado a cometerlos. Quizá por éso soy capaz de callar, si me interesa, ante una injusticia que me atañe, y puedo dar mil vueltas (o un millón) para buscar la solución  y para que, lo que creo justo se imponga y para que los que considero mis amigos puedan aprovecharse de mi pasividad relativa: reírse, disfrutar o desahogarse (según convenga).

Pero una cosa es hacerte el tonto y otra ser un payaso que no cobra por sus actuaciones. Y básicamente por éso el sábado a la noche decidí desvincularme de un equipo que me ha dado más alegrías de las que yo mismo había podido presuponer.

Sé cuando sobro y no hace falta que me enseñen la salida. Tengo decencia suficiente para hacer que mi ausencia se note lo justo, aunque muchos se empeñen en hablar de más o en criticar exageradamente lo que otros hicieron igual que yo antes. Como bien he dicho antes, si algo he aprendido es a darle a las cosas, exactamente, el valor que tienen. Por éso, paso de chorradas y con la conciencia más que tranquila y quedándome con todo lo bueno que me ha aportado mi exequipo de fútbol cuelgo mis botas hasta que encuentre otro grupo de personas que quieran divertirse conmigo. Y sino, seguiré disfrutando de la vida como he hecho siempre buscando la paz, la comprensión y el respeto que determinada gente no ha tenido conmigo. 

Ni soy una estrella, ni nadie me va a echar de menos; pero bueno, una ilusión menos que justificar cada sábado. Supongo que no será difícil encontrar otra cosa en la que centrarme...


No soy un santo, pero tampoco un diablo... así que zanjo el tema deseando, sólamente, que cada uno siga con su vida lo mejor que sepa y pueda.

Salu2

Y nos vemos...

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