Corrientes circulares en el tiempo.

Aunque las cosas siempre pueden empeorar... hay que ser optimista y si lo propio empiezan a oler mal, no está de más refugiarse en el bien ajeno y dejar pasar el tiempo.

Ha sido una semana muy larga; primero traté de evadirme entre copazos, ilusiones con fechas de caducidad, pasados mejores transportados en cajas con pegatinas de "extremadamente frágiles (o sensibles)"... pero la improvisación nunca tuvo el premio esperado y aspirar a tanto cuando no tienes prácticamente nada es jugar con la posibilidad de que tus males se multipliquen.

A estas alturas ignorar el "factor decepción" no es sensato. Siempre hay un punto en el que lo idílico empieza a desequilibrarse, un pesimismo contemporizado o simplemente un hecho ajeno a tu persona que desvirtúa el brillo de lo que parece maravilloso. Pero no por eso el disfrute tiene que ser menor.

La vida es un cúmulo de sensaciones que nosotros decidimos como queremos digerir. Habitamos un inframundo en el que los tonos intermedios nos definen, por mucho que tratemos de pintarlo todo en blanco y en negro. Ni lo bueno es tan bueno, ni lo malo es necesariamente asqueroso.

La adjetivación exagerada nos ha matado. Utilizamos con demasiada frecuencia palabras como: plenitud, totalidad, todo, extremo, aspiración, deseo, necesidad... y en realidad, al final, nos conformaríamos, más bien, con un poco de lo extrictamente necesario. No hace falta amar ni ser amado... sólo necesitas que te acompañen, sentirte respaldado o despertar al lado de la persona que más cosas te aporta (aunque ni siquiera haya abierto aún la boca) nuestro egoísmo puede equilibrar el resto de las carencias. No hace falta perder el control de los tragos, sino estar bien acompañados mientras bebemos la cantidad exacta que nos lleva a  ese puntillo que nos transforma en seres simpáticos. No necesitamos ser los más fuertes para ser mínimamente respetados y, normalmente, son los más guapos los que acaban yéndose solos a casa así que tampoco está tan mal tener un poco de personalidad que vender...  y ¿para qué resolver el mundo, si no somos capaces de resolver los vaivenes  de nuestro alrededor? ¿Por qué generalizar? ¿por qué temer? ¿por qué esperar? ¿para qué?... Las preguntas son demasiadas y, lo peor, constantes y repetidas. La respuesta es la exclusividad de tu consciencia analizando la situación hasta encontrar una solución lo suficientemente coherente y satisfactoria.

Este finde ha vuelto el Jonn empático, el psicólogo analista, el filósofo destemplado, el idealista divertido que vaga por las noches repartiendo respuestas que nadie valora. Hace tiempo que sé que no soy quien para dar consejos, que mis valoraciones tienen más sentido en el interior de mi cabeza que en el interpretador de sonidos de los demás. Tengo tiempo suficiente para seguir aprendiendo, aunque también tengo experiencias acumuladas que me permiten comparar o reírme interiormente mientras algunos de los que me rodean cometen los errores que, otrora, yo cometí. Pero me da igual. Hablo cuando me lo permiten y callo todo lo demás, entre otras cosas, porque estoy más guapo. Y más, cuando es evidente que la gente no espera que le aconsejes, ni que respondas, ni le importa lo que dices ni lo que piensas; simplemente quieren que les escuches, y punto. Mis cuerdas vocales me lo agradecen.

Ser feliz no significa que ignores las desgracias que acontecen a tu alrededor. Ni soy un mártir, ni mi empatía es tan exagerada. Pero tampoco soy estúpido. Hago lo que buenamente puedo o lo que mi egoísmo relativo me permite. Ni más ni menos.

Y me alegro por la parte buena de la vida de los demás. Este fin de semana he descubierto que tres de las personas a las que más quiero están en paz con sus sentimientos y que los comparten conscientemente con 3personas que, según parece, muy pronto conoceré. Es agradable saber que, al menos, de eso, no me preocuparé; ni de eso, ni de porqué hacía tanto tiempo que no me llamaban, ja ja.

Comprensible, al menos, sigo siendo. ¡qué remedio! tampoco puedo quejarme, no estoy tan mal...

Y nada, que la noche del viernes fue muy divertida. Sobraron algunos salivazos, mocos y vaciles... pero lo demás estuvo bien. Supongo que mi mal denominada caballerosidad también era prescindible, pero es que hay veces que las hormonas se acaban cargando lo especial de una noche. Y aunque parezca extraño es mejor decorar los helados cristales de los coches con nombres de buenos grupos de música y dejar entreabierta una puerta que quien sabe si traspasaremos, que correr a ser fieles a la teoría e intercambiar fluídos como si eso fuera lo realmente importante. Aveces ni el sitio, ni el frío, ni la situación, ni el momento acompañan... y muchos opinarían que fue una oportunidad perdida; y dirán, también, que fui gilipollas, o que no sé si volveré a verla... puede ser pero no me arrepiento porque  hay veces que hay que fiarse de tu instinto y dejar que ser el azar el que decida si la espera merece o no la pena.

Llamadme clásico, estúpido o exagerad cuanto queráis; yo, no me arrepiento.

Y como estoy escuchando los planetas, os recomiendo "Corrientes circulares en el tiempo";

¡Viva Graná! Una vez más.

Salu2

Y nos vemos mañana.

0 comentarios:

Publicar un comentario