Corto plazo...

"Es un gran error creerse más de lo que uno es, o menos de lo que uno vale". (Johan Goethe)...

Demostrar admiración es una costumbre en desuso, como el reconocimiento de las virtudes personales, la normalización del ego, el futurismo destartalado que viaja en los delorean mentales de cada uno o la impertinencia alojada en la falta de educación que promueven desde las altas instancias;

Supongo que Goethe, como yo, intuyó que no hay mejor manera de sobrevivir que siendo realista y asumiendo que los defectos, también, pueden ser virtudes mal apreciadas o que las certezas de hoy pueden no ser más que una mentira, perdida en el calendario de la madurez, pasado mañana.

Lo malo de todo ésto es que soterrada la autocrítica, el ninguneo de lo ajeno se convierte en una opción que consuela sólo a los tontos que se han estancado en el "mal de muchos" como escusa para todo. Y si algo empieza mal, tiende a tomar derroteros peores. Y si a esa fragilidad psicológica con la que nos educaron, le unimos que los errores se magnifican, las penurias se exageran y el pesimismo transforma en peligrosa espiral lo que no es más que una minucia. Acabamos con la sensación de que los años siguen pasando y no hemos hecho nada.

Sospecho que, seguramente, por éso, todos nos volvemos gilipollas cuando pasamos del anonimato al baile de aguas turbias del nacimiento de tus hijos, de tu boda, de tu "independencia" o de efemérides por el estilo que engrandecen tu momento determinado y empequeñecen, de alguna manera, el resto de tu vida. De hecho, la mayoría de los treintañeros noveles, una vez cumplidos los objetivos que la socialización nos impone, sufren una profunda depresión que les acaba incitando a la reinvención diaria que hasta la fecha habían ignorado y criticado mal educadamente. Y quien no se divorcia, se compra una moto, o se apunta a clases de violín, o le quita el polvo al mapamundi y al pasaporte...

No sé, supongo que aquel anuncio de Audi que decía que: "la forma de los sueños cambia", sigue influyéndome de alguna manera. El síndrome de Peter Pan no ayuda, y ver la infelicidad y el pesimismo creciente que me rodea, me empuja a evitar expresiones tipo: "sentar la cabeza". Al fin y al cabo, si los años me han enseñado algo, es que los objetivos, una vez que se cumplen, pierden toda la gratitud y la luz que desprendían cuando fueron ideados por tu yo ilusionado. Desear implica que el aburrimiento puede aparecer en cualquier momento a desesperarte. Por éso, el largo plazo es demasiado tiempo y el "para siempre" es una utopía que no tiene sentido si el día a día ha dejado de motivarte, al menos, un poquito.

Conclusión: vivir es tratar de convertir lo virtual en palpable y lo cotidiano en ilusionante...


El Rey del mundo es el que ama, incondicionalmente, la vida que le ha tocado... o el que cuando algo no le gusta tiene la capacidad de, al menos, intentar cambiarlo.

Salu2

y nos vemos...

1 comentarios:

  1. Gran conclusión.Se nos ha ido la olla con el puñetero pesimismo.

    Sinbad el marino.

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