Digeridas las habituales críticas derivadas de un post "sexual" continúo con mi vida. Y tras degustar un pedazo de tarta de galletas y analizar todo lo bueno que me aportó volver al local tras unos cuantos meses de descanso, me reafirmo en que valorando el sentimiento que desprenden las cosas se disfruta más que sobreexcitándose por nada.
La rotundidad siempre ha sido una hermana fiel de la subjetividad. Y puede que quien ha sobrevivido a un accidente o se ha enfrentado a una dura enfermedad tenga más argumentos que yo para valorar hasta que punto son productivas muchas para las cosas que hacemos a lo largo del día. Quizá por éso me ha dado por probar lo que se siente siendo un usuario pasivo del facebook, o lo que aporta no opinar, o no decir la última palabra en uno de esos muchos debates sin sentido que encaramos a lo largo de un día.
La base de la felicidad es la sencillez. Y celebrando la simpleza no hacemos más que demostrar nuestra buena actitud ante la vida. Mas que nada porque es una buena manera de eludir los conflictos y de ser consciente del proceso de sopesar las cosas que tanto bien ha contagiado a los "transgresores" de la humildad.
Es broma... la rectitud no es más que una forma de control y me apena enormemente que muchos de mis amigos todavía no hayan sabido llegar a esa conclusión. Yo, por suerte, he saldado mis deudas con la degustación de vinagre amenazador de palabrerías. Y equivocado o no, tengo la certeza de que más vale opinar (aunque sólo sea para que te rebatan) que callar, que no es más que una forma de asentir (u otorgar).
La lección del día es que no merece la pena escribir a quien no tiene ganas de contestarte. Es pura lógica, pero los que nos obcecamos con la maestría estamos cegados por el ego que da querer demostrar que sabes más que alguien que no se ha molestado nunca en aprender.
Me apena que la ignorancia esté tan de moda. No hay más que poner la tele y ver las opiniones mediatizadas sobre megaupload, el Gran Hermano, los casos Urdangarín, Camps, Garzón... para darse cuenta de en qué mundo vivimos y en que quien permite ésto no tiene perdón de Dios. Por éso, yo al menos, no me callo.
Aunque reconozco que hablar, también, me ha provocado más de un disgusto...
Salu2
y nos vemos mañana.







Diría que "me gusta" pero creo que es éso precisamente lo que criticas.
ResponderEliminar