El mundo está lleno de gente adicta al tremendismo, lobos que acaban dormidos contando ovejas, buitres adictos a los céntimos de una hora extra, tiburones de sangre caliente que no resistirían dos minutos de invierno soriano y catadores de desgracias con el paladar entumecido de tanto generar crispación y miedos sin haber probado, tan siquiera, la nimiedad de una derrota circunstancial.
Es divertido jugar el papel de señor complicado, pero en el fondo la naturaleza simple de nuestro aburrimiento antiproblemas se impone a la lógica pesimista de los escritores de cuentos sin moraleja. Mediocres conspiradores que incitan al miedo y juegan con la esperanza de los candidatos a hombre del año, valorando más la belleza del macho alfa, con cerebro elfo, que la perspicaz sutileza del conversador chistoso o el acostumbrado a bailar con la esa fea con la que nadie se quiere casar.
El caso es que me he comprado una fondie y antes de derretir el queso, voy a freír la incomprensión y a liquidar los miedos que el tremendismo ha generado en mí. Estáis invitados a comer mundo; de primero hay perjuicios, de segundo: estupidez, para beber: soberbia con gaseosa y de postre un quintal de mal general endulzado con gotas de testarudez. Espero que el laxante haga efecto y los defectos generalizados adquieran rápido la forma que les corresponde: la de zurullo mal oliente.
Después, es sencillo: tiras de la cadena y olvidas que tu diccionario de palabras habituales estuvo raptado por la estupidez. Y sólo esperar que tu boca no tenga el síndrome de estocolmo.
Salu2
Y nos vemos mañana.
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