Bon día;

Todavía no han investido a Rajoy y ya estoy hasta los huevos de él... Y lo mismo me pasa con el tema Urdangarín, lo de Marbella y otras muchas de esas noticias con las que se han empeñado en amargarnos el Hanukkah.

Debe ser el espíritu navideño, aunque todavía no he puesto el árbol y de Belén tengo una bonita foto de recuerdo del Sonorama que me estimula bastante más que las típicas figuritas. Y más ahora que han prohibido coger musgo y que los ángeles sufren sus repentinas caídas de alas habituales y la gente prefiere los regalitos de los camellos al incienso del rubito y la mirra del negro. Menos mal que tengo turrón y mazapanes para endulzarme las meriendas...

Pero bueno, estoy contento porque ayer nació el hijo de mi primo y porque hoy, después de unos cuantos meses de relax vuelvo a quedar con mi grupo de música para reemprender la marcheta habitual del invierno: ensayos, discusiones de local, cervecitas, etc. Además les veo predispuestos a hacer algo más de ruido, así que, quien sabe, igual hasta le acabamos gustando a alguien :)

La vida debería ser como las imágenes de una cámara superlenta. Abstraernos de las prisas y los sobresaltos y darnos la certeza, cuando nos acostamos, de que el siguiente día va a ser cojonudo. Para ello es imprescindible no poner la tele, ni contagiarse de los nervios derivados de estas navidades de dos meses que nos imponen los grandes almacenes y, sobre todo, tratar de disfrutar del talento propio que todos tenemos convirtiendo en arte media hora en la cocina, o un aporreo de guitarra, o un garabato en el papel.

Destapado el tarro de las esencias, puede que incluso aprovechemos el incienso para acabar con los malos olores provenientes de la estupidez o puede que nos reilusionemos con esos regalos sin abrir que a veces la providencia deja en el felpudo de nuestra puerta.   

No sé a vosotros, pero yo, a medida que van pasando los días, me voy sintiendo mejor persona, crece mi empatía y asimilo con más facilidad los reveses de la vida. Es más, degusto más intensamente las bondades que me ofrece este decadente mundo. Quizá por éso entiendo, incluso, a los que no distinguen la felicidad de la locura. Espero que el futuro no cambie las cosas, o más bien, las mejore;


Salu2

y nos vemos mañana

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